Ahora que tan sólo el desgarro de la sangre
-
no mi carne atrapada en él-,
cubre con símbolos esta página en blanco
y la vida es el poema que no se escribe ante el espejo
pero devuelve su luz, tu luz, –
la mía-;
porque dentro de mi cabeza está tu cabeza
y no es ella quien siente que atraviesa
tu nombre como el último rincón de lucidez
entre sus brazos, y sin embargo soy yo
quien devoro mi alma contra el abismo.
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