jueves, 29 de septiembre de 2011

Si no es la muerte blanca y frágil


Te escribo por todo tu cuerpo y los instantes
conservados que aumentan a la sombra
de este lugar caníbal.
Te dibujo por encima del silencio
que frecuento
si atravieso espejos infinitos,
porque
eres allí el movimiento perdido en las palabras
que regresan
hacia el borde de la nada 
y porque eres aquí
la distancia débil que va
de tu recuerdo al espacio.
Te construyo de humo,
te imagino acariciando el disfraz de mi propia silueta.
Te separo del mundo
 y te convierto
en el ritmo prodigioso al que estalla la luz
con símbolos que sólo a mí me pertenecen.
Trazo por el aire
el universo entero de tu huella.
Sostengo con la punta de los dedos
los minutos rotos
y  busco a la deriva el norte del que huyes,
la forma que no existe, el tiempo puro,
el horizonte intacto,
pero si no es la muerte blanca y frágil de tu pelo
es el viento desgarrando en mi conciencia alguna nube,
es la voz que no pronuncias  
cada vez que llueve o
cada segundo quebrado,
es la inocencia desnuda ante el conocimiento salvaje
del amor,
son los cadáveres de las estrellas
que señalan
entonces tu paisaje.
 

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