viernes, 9 de septiembre de 2011

Escribir no es el acto reflejo de tu ausencia...


Escribir no es el acto reflejo de tu ausencia,
no es, no significa
dibujar sobre acuarela los motivos suficientes
para amarte a diario en las derrotas cotidianas
que uno sufre,
o comprender que las palabras no recuperan nunca la ternura
porque no te tienen a ti,
y que tampoco son lo que aparentan,
que sólo forman parte de un símbolo vacío
por más que uno se empeñe en lo contrario,
porque incluso las letras más bellas de la literatura
no cuentan los lunares de tu espalda al amanecer, ya sabes,
cuando te haces la dormida
y el silencio consiste en asumir la responsabilidad
de ser como somos y no de otra manera
o, dicho de otro modo,
en asumirnos, en quedarnos desnudos delante de un espejo
y mirarnos fijamente a la cara y repetir:
no es otro el que está dentro de nosotros
saltándose el guión,
alargando el tiempo las tardes que espera todavía
un horizonte más que razonable
sentado en una silla,
ante folios en blanco que representan
la forma de llegar
.
No.
Definitivamente los poemas
no son estrellas pequeñitas que nos salen a los poetas en los ojos,
ni tampoco manchas manifiestas de una realidad defectuosa
en la que el tiempo se sostiene
como lento devenir de alguna muerte
porque, y esto que quede entre tú y yo,
a estas alturas nadie ignora que todo va a desaparecer dentro de poco,
que el futuro inmediato del universo entero es recordarte de nuevo,
o que la literatura sólo sirve de excusa
para denunciar que el mundo hoy está equivocado
y que no es lunes día diez ni el principio de una semana cualquiera,
sino sábado 16 de abril,
o la fecha exacta de nuestro nacimiento.

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